Curiosidades de la seguridad vial IV - Fundacion Línea Directa Blog
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02/01/2023Curiosidades de la seguridad vial (IV)
Hoy abordamos la última entrega sobre curiosidades relativas a la seguridad vial. El objetivo, al igual que el de las entradas anteriores, es recordar el largo camino que hemos andado en busca de una movilidad fiable y segura. Hoy repasamos el origen de inventos tan importantes como los sistemas de retención infantil, el airbag o los controles de alcoholemia.
I
En la anterior entrada sobre curiosidades, ya apuntábamos algunas cosas sobre el origen de los sistemas de retención infantil, de clara inspiración astronáutica. Lo cierto es que, hasta su invención, la forma de transportar a los niños en coche provocaría, que, hoy en día, nos echáramos las manos a la cabeza. La relación es larga: en brazos, en hamacas que se pegaban al techo o a la luna trasera o tumbados en el asiento de atrás.
Tras la creación del modelo de Aldman, basado en los asientos de las cápsulas espaciales, los ingenieros trabajaron en su idea mejorándola. Uno de los primeros intentos de hacerlo fue desarrollado por Volvo, y consistía en un asiento de copiloto reversible, que, tras empujar el respaldo, permitía al niño sentarse en sentido contrario a la marcha. El diseño, que no acabó de cuajar, constituyó el primer paso hacia la integración de la silla en el vehículo, algo que, de alguna manera, se consiguió años más tarde con el sistema ISOFIX.
II
Otro elemento esencial para la seguridad vial que también proviene de la aeronáutica es el airbag. Los primeros mecanismos de inflado rápido se crearon en la Segunda Guerra Mundial para amortiguar los golpes de los pilotos y también para lograr que flotaran en el agua. Tras la guerra, la industria automovilística quiso incorporar el ingenio a los vehículos adaptándolos a sus necesidades. El primer ingeniero en tratar de hacerlo fue el estadounidense John Hetrick, quien lo patentó en 1952, aunque no lo llegó a ver comercializado. Unos años más tarde, Allen Breed resolvió el problema del inflado instantáneo con un sensor electromagnético, pero no fue hasta 1973 cuando un coche lo incorporó de serie. Fue el Oldmobile Toronado, un lujoso deportivo de General Motors de tracción delantera que lograba superar los 200 km/h.
Hoy en día, los modelos más modernos de airbag se inflan en apenas unas milésimas de segundo a una velocidad que puede superar los 400 km/h, logrando reducir hasta un 30% el riesgo de mortalidad. Su inclusión como elemento de seguridad pasiva supuso un paso muy importante para la seguridad vial, pero carece de cualquier utilidad si no se combina con el uso el cinturón.
III
El triángulo de la mortalidad en carretera está formado por las distracciones, la velocidad y el alcohol. Este último es una de las grandes lacras de seguridad vial, a pesar de la gran cantidad de campañas de concienciación realizadas a lo largo de las últimas décadas.
La primera ley “anti-alcohol” proviene nada menos que de 1872 y penalizaba el consumo de alcohol si se conducían “carros, caballos, vacas o máquinas de vapor”. El primer alcoholímetro moderno data de 1927 y fue creado por el Dr. Emil Bogen. Su fundamento: hacer soplar al conductor en una cámara de balón dotada de reactivos químicos que permitían determinar la presencia de alcohol en el aire espirado. Este alcoholímetro permitió, además, establecer la relación sobre la presencia del alcohol en aire, sangre y orina.
IV
Queda mucho camino por recorrer en materia de erradicación del alcohol en la conducción. De hecho, se calcula que más del 40% de los fallecidos en accidente de tráfico en España habían bebido o tenían restos de sustancias prohibidas en su sangre. Algunos casos son especialmente sangrantes. De hecho, la alcoholemia más alta de la que se tuvo noticia durante mucho tiempo la registró un español en 2016, vasco para más señas. Este conductor fue interceptado cerca de la ciudad francesa de Libourne, entre Perigueux y Burdeos, y llegó a recorrer 280 kilómetros completamente borracho, dando una tasa de 4,75 gramos de alcohol por litro de sangre. Un triste récord que, al parecer, ya ha sido superado en, al menos, un par de ocasiones.
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